La culpa es de la vaca

La ley de plusvalía. Una ley que todos le temen pero que nadie le entiende, una ley que forma parte de la esencia de un modelo insostenible, una ley que es el resultado de una política económica irresponsable, y que como en la historia de “La culpa es de la Vaca” termina siendo responsabilidad del pueblo; por ende, él debe pagar las consecuencias de su progreso. Pero convendría entonces preguntarnos ¿por qué nuestra economía requiere un impuesto que regule la ganancia “ilegítima” de los bienes inmuebles? En lo personal yo no creo que la culpa es de la vaca ósea del pueblo.

La culpa es de aquel gobierno que en un irresponsable deseo por probar las más abstractas tesis económicas decidió inyectarle un desproporcionado número de recursos a proyectos sobrevalorados como las carreteras, las escuelas del milenio o la sede de la Unasur, y fomentar el despilfarro como política económica de vanguardia, olvidándose del más básico de los conceptos económicos: el de oferta-demanda. Si existió especulación en los bienes inmuebles es porque el gobierno a través de su política económica decidió gastarse lo que tenía y lo que no en obras por demás suntuarias creando una burbuja económica en la que todos creíamos poder aspirar a viviendas de cientos de miles de dólares, disparando la oferta y creando una imagen de progreso irreal que hoy golpea con crudeza a la gente que puso sus esperanzas en la compra de una vivienda. Si el gobierno no hubiera inyectado la desproporcionada cantidad de dinero, la oferta hubiera regulado el mercado de bienes inmuebles y este impuesto no hubiera sido necesario. ¡Porque ahora resulta que quien dio la “piel” (impuestos) para tanta obra pública es el culpable de que sus gobernantes hayan creado “artículos de cuero” (sistema económico) de pésima calidad!